jueves, 17 de mayo de 2012

FUNDAMENTOS ECONÓMICOS DE LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO.

PERSPECTIVA   HISTÓRICA

Desde tiempos inmemoriales, el conocimiento ha sido el eje del crecimiento económico y del aumento paulatino del bienestar social.
La habilidad de inventar e innovar, es decir, generar nuevos conocimientos e ideas que se conviertan en productos, procesos y organizaciones, siempre ha impulsado el desarrollo. En todas las épocas ha habido organizaciones e instituciones capaces de crear y difundir el conocimiento: desde los gremios medievales hasta las grandes corporaciones comerciales de principios del siglo XX; desde las abadías cistercienses hasta las reales academias de la ciencia que comenzaron a surgir en el siglo XVII. Sin embargo, el término “economía basada en el conocimiento” es de cuño reciente. Se utiliza para referirse a una variedad de las economías de períodos anteriores, más como un cambio radical que como una discontinuidad brusca. Esta transformación se puede analizar desde varias perspectivas.

La   aceleración   de   la   producción   de   conocimiento

El meollo del asunto recae en la velocidad acelerada y sin precedente a la que el conocimiento se crea, acumula y, muy probablemente, deprecia en términos de relevancia y valor económicos. Esta tendencia ha reflejado, entre otras cosas, un ritmo reforzado de avance científico y tecnológico; presenta muchísimas ramificaciones y origina diversos retos. Sin embargo, la discontinuidad no se marca de la misma forma en todos los sectores. Una nueva clase de organización encabeza este fenómeno: las comunidades basadas en el conocimiento, a saber, redes de individuos que luchan, primero que nada, por producir y divulgar nuevos conocimientos y trabajan para compañías no sólo distintas, sino incluso rivales. Una señal de que se está desarrollando una economía basada en el conocimiento se observa cuando dichos individuos ingresan en organizaciones convencionales donde la relación continúa con una comunidad externa basada en el conocimiento representa un activo valioso. Al tiempo que los miembros de estas comunidades sostienen una competitividad colectiva, se convierten en agentes de cambio para la economía en su conjunto.

La   innovación   como   actividad   predominante

Una expresión más del “cambio de orientación” mencionado son la velocidad y la intensidad en la innovación. Los grandes adelantos suceden de dos maneras centrales: de la investigación formal y el trabajo independiente de desarrollo (es decir, “aislado” y “resguardado” de la producción regular de bienes y servicios) y del aprendizaje vinculado, en que los individuos aprenden por experiencia propia y que, como regla, pueden evaluar lo aprendido y refinar su práctica gracias a sus propias deducciones. Ésta puede ser una forma muy poderosa de producción de conocimiento en muchas profesiones.

La   revolución   en   los   medios   de   conocimiento.

El cuarto ámbito en que se puede analizar dicha “discontinuidad tenue” se refiere a la gran revolución tecnológica que se está dando al tiempo que comienza la era digital. Es una revolución de crucial importancia, ya que considera básicamente tecnologías para el conocimiento, así como la producción y la difusión de la información. Estas nuevas tecnologías, que surgieron en los años cincuenta y florecieron con la llegada de internet, cuentan con potencialidades asombrosas. Permiten el acceso remoto a la información y a los medios para adquirir conocimientos. Además de transmitir textos escritos y otros artículos digitalizables (música, pinturas), también permiten que los usuarios trabajen en sistemas de información a larga distancia (por ejemplo, la teleexperimentación), que tomen cursos en el marco de las relaciones interactivas maestro-alumno (educación a distancia) y que tengan increíbles cantidades de información una especie de biblioteca universal disponibles en su escritorio.



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